HIJO DE LADRÓN

Contada en primera persona, la historia de Aniceto Hevia sigue la forma tradicional de la novela picaresca española: el héroe, un joven de diecisiete años, cuenta las aventuras y desventuras que le ocurren desde el día en que sale de la cárcel, donde fue a parar acusado falsamente del robo de una joyería, hasta que se encuentra a dos vagabundos, Cristián y El Filósofo, con quienes emprende una nueva jornada en su vida. Pero a diferencia de la novela picaresca, Rojas no se interesa por extraer una lección de moral de las vicisitudes que debe afrontar su héroe. Su héroe no es un instrumento ideológico que vaya a seducir con el pecado para después corregir con el horror de su caída y su condena, ni es un mojigato en busca de fácil, repentino y superficial arrepentimiento y salvación. En su picaresca la especulación se alza a un plano filosófico y, sin ofrecer menguadas escapatorias, plantea el dilema del hombre como un conflicto entre la inconsciencia e irresponsabilidad individual y la degradación total de la humanidad.